domingo, 27 de abril de 2014

Segregación en el Imperio

La raza importa: el regreso de la segregación en la educación pública estadounidense

Publicado el 25 de abril de 2014
Amy Goodman y Denis Moynihan
“Segregación hoy, segregación mañana, segregación por siempre”, proclamó George Wallace, Gobernador de Alabama, hace más de cincuenta años. Su retórica racista, de la que se enorgullecía, fue acompañada de una gran variedad de actos atroces: homicidios, linchamientos y violencia sistémica contra afroestadounidenses y quienes luchaban por los derechos civiles, a menudo cometidos con el apoyo de los gobiernos locales y estatales o incluso organizados por ellos. A pesar de ello, la lucha por la igualdad venció y logró victorias como la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964, la Ley de Derecho al Voto de 1965, la acción afirmativa y la integración en las escuelas por orden judicial. Sin embargo, tras el fallo de esta semana de la Corte Suprema en apoyo a la prohibición de la acción afirmativa en la admisión a las universidades estatales de Michigan, y debido a la nueva ola de segregación en las escuelas, el sueño de Wallace de la “segregación por siempre” parece estar más vivo que nunca.
Nikole Hannah-Jones se dedica al periodismo de investigación y trabaja para la organización de noticias sin fines de lucro ProPublica. Acaba de publicar un artículo de 9.000 palabras, en el que trabajó durante un año, acerca del regreso de la segregación en las escuelas públicas de Tuscaloosa, Alabama. Este excelente informe denominado “Segregación hoy”, observa que: “En Tuscaloosa, hoy en día, prácticamente uno de cada tres estudiantes negros asisten a escuelas en las que da la impresión de que el fallo Brown contra el Consejo de Educación nunca hubiese ocurrido”. Este fallo, emitido en mayo de 1954 por la Corte Suprema, agrupó varios juicios pendientes (todos presentados por la Asociación Estadounidense por el Progreso de la Gente de Color, NAACP) en contra de la segregación racial en las escuelas. El entonces Presidente de la Corte Suprema, Earl Warren, fue el autor del fallo que contó con el apoyo unánime de todos los magistrados del máximo tribunal, y que expresaba: “Concluimos que en el ámbito de la educación pública, la doctrina de ‘separados pero iguales’ no tiene cabida. La existencia de centros educativos separados por raza es inherentemente desigual”.
El artículo de Hannah-Jones cuenta la historia del proceso de desegregación en Tuscaloosa a través de la mirada de tres generaciones de la familia Dent. James Dent se crió en Jim Crow, Alabama y nunca compartió el aula con alumnos blancos. Su hija, Melissa, asistió por primera vez a una escuela interracial recién en la secundaria, en 1980. Le llevó décadas a Tuscaloosa poner fin a la segregación y lo logró únicamente luego de que se emitieran órdenes judiciales adicionales. Las dos escuelas secundarias públicas de la ciudad se unieron para formar una sola institución, llamada Central High School, que se convirtió en un símbolo de excelencia a nivel estatal, tanto desde el punto de vista académico como deportivo. Melissa se convirtió en la primera integrante de su familia en graduarse de la universidad.
Sin embargo, esta época dorada sin segregación racial no duraría mucho. “Tuscaloosa se ha convertido en uno de los distritos escolares del país donde la segregación volvió a instalarse más rápidamente”, explicó Hanna-Jones en el programa “Democracy Now!”. Y añadió: “En 2000, cuando un juez federal dejó sin efecto la orden judicial anti-segregacionista en Tuscaloosa, el Consejo de Educación decidió de inmediato dividir la secundaria Central [High School]. Central se había creado mediante una orden judicial. En 1979, 25 años después del fallo del caso Brown, Tuscaloosa aún tenía prácticamente una secundaria para alumnos negros y otra para blancos. De modo que un tribunal obligó a que se fusionaran ambas secundarias y así se creó la secundaria Central. De hecho, fue una historia exitosa de integración racial en las escuelas, pero por temor al éxodo de la población blanca, el Consejo de Educación votó en el año 2000 volver a dividir y separar esa escuela y crearon tres escuelas: dos interraciales y una exclusiva para estudiantes de raza negra”. He aquí su gran descubrimiento: un nuevo tipo de segregación. A pesar de que en Tuscaloosa no hay escuelas “solo para estudiantes blancos”, como solían existir hasta 1979, ahora hay una secundaria “solo para estudiantes negros”, la nueva Central High School. “Lo irónico es que la secundaria Central High School está ubicada en un barrio interracial. Sin embargo, se manipuló la división de los distritos de manera tal que obliga a los estudiantes blancos que viven frente a la escuela Central a asistir a una escuela interracial situada más lejos, mientras que se creó la nueva escuela Central solo para alumnos negros a través del trazado intencional de los límites de los distritos”.
El problema no se reduce al sur profundo de Estados Unidos. El proyecto de derechos civiles de la Universidad de California-Los Ángeles, la UCLA, ha hecho un seguimiento de las tendencias a nivel nacional. Sorprendentemente, descubrió que “En el estado de Nueva York se encuentran las escuelas donde existe la mayor segregación del país. La ciudad de Nueva York afecta considerablemente la posición del estado, ya que tiene uno de los sistemas de educación pública más grandes y más segregados del país”. El informe de la UCLA utiliza varias veces un término que actualmente es habitual en los círculos académicos que estudian los nuevos tipos de segregación: “las escuelas apartheid”, es decir, aquellas escuelas que tienen menos de un 1% de alumnos blancos matriculados. El informe agrega que: “En 2010, en toda la ciudad de Nueva York, un 73% de las escuelas chárter (escuelas de gestión privada que se financian con fondos públicos) fueron consideradas escuelas apartheid y un 90% fueron consideradas como escuelas con un alto nivel de segregación (menos de un 10% de alumnos blancos matriculados)”.
La decisión de la Corte Suprema de esta semana profundizará sin duda la tendencia de la nueva ola de segregación, tanto en las escuelas secundarias como en las universidades. La decisión, que tuvo 6 votos a favor y dos en contra, ratifica la prohibición que rige en Michigan de aplicar la política de la acción afirmativa por motivos raciales en la admisión a las universidades estatales. El Presidente de la Corte Suprema, John Roberts, expresó su opinión acerca del racismo en 2007 cuando realizó la siguiente declaración polémica: “La forma de poner fin a la discriminación por motivos raciales es dejar de discriminar por motivos raciales”. La magistrada Sonia Sotomayor, al emitir su voto en contra de la mayoría de la Corte, escribió: “Mis colegas opinan que deberíamos dejar a la raza fuera de la discusión y permitir que los votantes lo resuelvan. …Es una opinión totalmente fuera de la realidad”.
La realidad es que la discriminación racial y la segregación van de la mano. Es probable que el racismo no se propague desde el estrado de un Gobernador, como ocurrió en 1963 con George Wallace, pero un país racialmente dividido nunca logrará ser igualitario.

© 2014 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta yDemocracy Now! en español, spanish@democracynow.org

viernes, 25 de abril de 2014

Los años setenta de la gente común

"Apuntes sobre 'Los años setenta de la gente común'" por Martín Rodriguez

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24/04/2014 13:18
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Comparto este post originariamente publicado en Panamá donde martín rodriguez refiere el libro de sebastián carassai "los años setenta de la gente común", uno de los libros que estoy leyendo en la actualidad y por una cuestión arbitraria (mundo parió es mi blog, qué tanto!) lo publico en este momento porque es un libro más que interesante (su enfoque, su método de estudio) y porque martín rodriguez es un crack escribiendo. salute APUNTES SOBRE "LOS AÑOS SETENTA DE LA GENTE COMÚN"imagePor Martín RodríguezSebastián Carassai es autor de un libro cuyo título dice todo: "Los años setenta de la gente común" (Siglo XXI, 2013). Sin embargo en todo el libro no vuelve a nombrar literalmente a la "gente común". En un principio, se trata de entrevista a personas que organizan también la investigación en puntos cardinales (Santa Fe, Tucumán, Buenos Aires) para que el texto tenga amplitud territorial. Sinteticemos su título más a gusto: es un libro sobre la clase media no politizada durante los años 70; donde da por hecho, sin emitir juicios apresurados, algunos rasgos de esa relación entre clase media y política: la militancia era una minoría, la mayoría de esa clase no era militante y seguía siendo, en esencia, anti peronista. ...En la investigación se confirman hipótesis, prejuicios, desconciertos, todo lo que suele rodear a la "clase media" en cualquier análisis, sus contradicciones flagrantes, versiones de los hechos que forman un archipiélago de confusiones. Es gente que habla de historia sin la línea de tiempo reconstruida por la educación democrática. ¿Qué busca el libro? Digámoslo sencillo: la violencia. La vieja violencia partera de los años 70. Una violencia que no es la violencia del presente, que no es la violencia social de estos años. Y más aún, lo que el libro busca es la "naturalización de la violencia" (tal como dice el subtítulo del libro), porque ?según el autor- se trata de una violencia que aparece en dos sentidos: en la superficie de un discurso de rechazo a la violencia política, y también como una violencia que no "se sabe que se tiene", es decir, la violencia en el lenguaje, en las imágenes, en las ansiedades de los que esperan cambios "irreversibles", etc. No se trata de la imagen de una sociedad paralizada frente a la acción de unas "patrullas perdidas", tal como se suelen algunos presentar desde el "escándalo del presente" la retrospectiva de esos años. Carassai se concentra en la "violencia" no para darle su perímetro exclusivo y político sino, también, para mostrar su circulación, sus lazos, sus lenguajes. Dice Carassai: "Más lejos o más cerca del protagonismo histórico, militantes y no militantes de las clases medias tendieron a coincidir con cúpulas militares y con los grupos guerrilleros en una creencia, basada menos en el contenido que en la forma, fundada en el rechazo a procesos paulatinos y en la fe en acciones extraordinarias, en acontecimientos que, como un rayo, partieran en dos la historia."Carassai además de las entrevistas también analiza publicidades de la época, programas de televisión, revistas, encuestas y una cantidad de material que ayuda a desmitificar las distancias, solidaridades o críticas en torno a la violencia política de esos años: ¿de verdad hubo apoyo a la guerrilla?, ¿cuál era el consenso sobre las dictaduras?, ¿cuánta clase media estaba politizada? Así avanza su desmalezamiento por el viejo campo de batalla.... Lo primero que hay que aceptar, como pacto de lectura con el libro, es que se habla de "violencia" sin usos ni abusos. Su tono no es moral, es apenas distante. No objetiva la violencia como si fuera una metafísica que se abstrae de lo que ella significa como instrumento de la política. No está deshistorizada, en tal caso, la violencia aparece como una materialidad concreta. Diríamos: es algo que está "en el medio" de esa sociedad. Dice: "En lo que refiere a la ética, puede pensarse que durante los años setenta la violencia devino un lazo social, por paradójico que parezca. (...) Que la violencia haya ocupado un lugar relevante en los consumos culturales orientados hacia los sectores medios no hace a estos más ni menos violentos. Indica, en cambio, hasta qué punto una comunidad había incorporado a su habitus la violencia como una curiosa forma de sociabilidad." Para ilustrar esta percepción en el libro aparecen fotos de notas a Carlos Monzón o al Beto Alonso donde a los fotógrafos casuales se les ocurrió retratarlos con rifles en la mano.El repaso sobre las publicidades entiende que en muchas de ellas "traducían al lenguaje del consumo transformaciones culturales y fantasías sociales". Dice Carassai: "Durante los primeros años de la década de los setenta, adquirió popularidad una motocicleta lanzada por la empresa Gilera Argentina `creada para gente de hoy'. El anuncio que la promocionaba exhibía en primer plano el ciclomotor, y detrás una mujer que apuntaba hacia el frente con un revolver. La leyenda indicaba que la motocicleta SP 70 era la `única con permiso para disparar...' y entre paréntesis agregaba `¡y cómo!'." Añade más adelante: "la sensualidad y la violencia connotaron a la vez seducción y muerte. Las armas potenciaban el carácter seductor de las mujeres al mismo tiempo que la belleza de las segundas dulcificaba la crueldad de las primeras. En sintonía con el resto de los artefactos considerados en este capítulo, deseo y violencia aparecían como un binomio de términos no sólo compatibles sino también complementarios. La violencia de la belleza era simultáneamente la belleza de la violencia."El libro, incluso justamente en éste capítulo (Deseo y violencia ), roza pero no abusa del psicologismo para analizar ese tiempo y las conductas sociales. El rechazo de sectores de la clase media sobre quienes proponían la lucha armada no excluye el análisis de la existencia de un deseo (¿violento?) de cambio. En definitiva, más allá de las manifestaciones concretas de apoyo o rechazo a tal o cual opción política, el libro contribuye a mostrar un terreno donde la violencia no es estricta y excluyentemente una propiedad de la política de "unos y otros". La campaña universitaria de la Juventud Radical Revolucionaria (opción de izquierda no armada del partido radical) tenía una consigna en 1973: "El cambio en paz... ¡o como sea!".En los monólogos analizados del personaje de la novela Rolando Rivas Taxista aparece el centro de un cuestionamiento moral a la violencia de la época. Rolando es un trabajador argentino que vive para su familia y sufre la vida guerrillera de su hermano Quique, con los riesgos y el alejamiento afectivo que envuelven su vida clandestina. Lo que en la exitosa ficción el taxista cuestiona en su hermano Quique ?dice bien Carassai? no es político, sino moral. Carassai arriesga que el problema de eso que se llama clase media, de eso que es la clase media, o de eso que está en la clase media, no es una determinada ideología política siempre, sino la presencia de un discurso moral que patenta la normalidad argentina, el equilibrio familiar, la preponderancia del esfuerzo individual (el "no se lo debe a nadie") por sobre la política. Si eso "es" la clase media también ese "es" su discurso de proyección, porque ese discurso tiene raíces populares más amplias. La moralidad aparece como terreno pre-político. Y cuando pensamos en la "normalidad" no pensamos sólo en los términos de un orden aburrido o conservador, sino en la expectativa social de ser feliz, de progresar. La felicidad es una de las formas de nombrar eso mismo. Digámoslo así: lo que la gente "normal" desea es la felicidad y eso es una excepción, es un deseo de progreso que no se alcanza solo pero cuya expresión e imaginario están desenganchados colectivamente. Son discursos defensivos e individuales cuyo horizonte debería ser de conquistas colectivas pero que aparece arrebatado ese espacio común por la política.El libro da cuenta de muchos discursos simultáneos (más o menos politizados, de Tato Bores a Rolando Rivas) sobre la ruptura de parámetros que justamente siguen funcionando como mano invisible de la sociabilidad. Muchos materiales del libro especifican ese deseo de "de casa al trabajo y del trabajo a casa". Y si en el imaginario del justicialismo el trabajador silvestre es el que "nunca hizo política, siempre fue peronista", lo que trabaja Carassai es la identidad de clase del que "tampoco hizo política, siempre fue radical" (o desarrollista, si más sofisticado; o socialista, si más romántico). Una identidad laica que, medida voto a voto, es una minoría, pero medida en su proyección cultural trasciende el número e instala un sentido común. ¿El peronismo no contuvo también mayoritariamente un discurso "así"? Acaso no toda política es política del orden, pero toda política está obligada a relacionarse inteligentemente con ese deseo de felicidad. Todas las tensiones políticas son, lo son, para imponer versiones de un orden justo. Puede ser un deseo más social, puede ser un deseo más policial. Vaya si el peronismo no supo hacer las dos cosas a la vez muchas veces.Por último, la investigación registra un dato esencial: la extinción de toda violencia en los discursos y las publicidades privadas a partir de 1976. El monopolio de la violencia del Estado alcanza todas las esferas. El Proceso recupera las armas para el Estado. De la bella rubia que posa con un rifle en el bosque al tanque de la DGI. ... ¿Qué hace a este libro importante? Si me tomara a mí mismo como un biotipo generacional diría: porque este es el libro que no leí . El relato de los años 70 está dominado por quienes lo pueden recordar a la altura de su tragedia. El relato es fundador de una sangre azul: las víctimas, los militantes, los familiares de las víctimas, los sobrevivientes, los ex presos, ex detenidos, ex. Contrario a lo que se supone de un tiempo que conmovió toda la estructura social argentina, el arco de los habilitados para hablar se fue angostando cada vez más hasta delimitarse en voces autorizadas. La memoria es una alta cultura de prestigios. Y ese límite no lo inventó el kirchnerismo. ¿Cuántas veces para inhabilitar su política de derechos humanos se utilizó ese recurso meritocrático que suponía que si Néstor Kirchner no había estado detenido o no había sido abogado de presos políticos, entonces no podía asumir esa política? A su pertenencia a la Juventud Peronista le faltaban pruebas de sangre, se decía. En la Argentina democrática la sangre derramada es una visa dorada. Los discursos "moderadores" de Fernández Meijide o Norma Morandini abusan también de esa misma "autoridad" papal. Carassai decide escuchar e intenta comprender eso que ya nadie escucha, esos discursos sueltos, hilachas, balbuceos del sentido común, guarangos no catequizados por la modernidad, víctimas predilectas de la televisión educativa de los productos de Diego Gvirtz. Las voces de los cacerolazos, de los que no fueron nunca a la plaza, de los testigos silenciosos de la historia que hacen "otros". Ese fenómeno que el 2001 también mostró: poner en la escena pública lo más privado, cuando irrumpió el ahorrista, el cacerolero, un energúmenos ciudadano sin los protocolos de izquierda o populares para ocupar el "espacio público". El que marcha por la inseguridad. Carassai viaja hacia ese fondo de cocina argentina de teorías maniqueas, autoindulgentes, pero que también son fundiciones de algunos grados de verdad que explican lapsos de gobernabilidad dura. ¿Qué le queda, qué se lleva, dónde se alojan las esquirlas de tanta historia argentina en esa "gente común"? ¿Hay "núcleos de buen sentido" en esos abanicos del sentido común? ¿Qué pensaban, qué deseaban, qué sentían? ¿Y qué piensan hoy? ¿Cambiaron? ¿Funcionó la pedagogía progresista en la mayoría no politizada, no militante? La "gente común" es el problema de la Historia, de los que escriben la historia, de los vencidos. Porque se parte además del terreno de la duda: ¿había gente común? Carassai escribe un libro que constata en primer plano la existencia de "esa" gente. Habla con ellos. Escucha....¿Y cuáles son los ciclos discursivos sobre el pasado desde 1983?El alfonsinismo recupera el pasado y a las víctimas por lo universal que tienen. Quizás fueron "culpables", "terroristas", pero no se respetó su humanidad. No tuvieron derechos. De la teoría de los dos demonios (que supone equiparar las violencias terroristas) siempre se omite que se habla del terrorismo de Estado aún como uno peor y que en esos años se elaboró un discurso de víctimas que no omitían pero sí atenuaban su identidad política. "La noche de los Lápices" es el espejo de "Los chicos de la guerra". Eran adultos para los parámetros de una "nación en armas", pero para un orden civil a construirse eran carne de cañón, y se necesitaba la sangre de cordero joven e inocente que permitiera la condena doble entre los que los secuestraron y torturaron y entre quienes los "enviaron al matadero".Los años 90 recuperan con más potencia la particularidad de las víctimas contra la voluntad pacificadora y el manto de olvido de la política estatal de Menem; un político peronista que oscilaba entre mostrarse como Mandela (diciendo: ¡yo fui preso!) y asumir como propias las razones de Videla (reivindicar a los vencedores). Los tomos de La Voluntad (de Eduardo Anguita y Martín Caparrós) son el registro promedio de esa contracultura hegemónica: ya no importa tanto la humanidad universal y abstracta de las víctimas, ni su "inocencia juvenil" (los "perejiles"), sino su identidad política, por ende, el proyecto político por el que murieron. Había una "humanización" del militante, una revisión crítica de sus opciones, y una indagación del contenido político de sus causas en la Argentina de la crisis y de un orden democrático que parecía cada vez más hijo del 24/03/76 que del 10/12/83. Esto también habilitó el inicio en aquellos años de una discusión crítica sobre la política armada: no eran cuerpos atados a una mesa de torturas en un sótano estatal sino sujetos políticos.En la tercera década democrática el kirchnerismo asume desde el Estado las identidades de las víctimas. La Voluntad de las víctimas. Asume en nombre del Estado la cultura de los vencidos. Recorre un camino simbólico oficial que reivindica políticamente la causa de las víctimas eliminando cualquier posible equiparación entre lucha armada y terrorismo de estado. La voz del Estado ahora son las voces de las madres. Lo que hace más difícil cualquier discusión sobre la política y las responsabilidades de esos años. Curioso si se piensa que, por el contrario, la existencia de la justicia alivia y libera la posibilidad de una conciencia crítica. A la vez, consolidó la idea de complicidad civil, económica, empresaria, periodística, clerical... Que "eso" que fue la dictadura no entre en 140 caracteres: de movida, y para siempre, se dice que fue una dictadura "cívico-militar". La década kirchnerista avanza sobre la naturaleza política del Proceso. La vieja imagen jurásica de la dictadura se actualiza con otros actores de la vida civil. Se trocó el prólogo del Nunca Más: de Sábato a Walsh. De los "dos demonios" a la Carta Abierta.Salvo en alguna trasnoche de Menem, la exclusión de los vencedores fue unánime. Al menos los vencedores militares y políticos. El kirchnerismo es el Estado de los vencidos: de los desaparecidos, de las minorías, de los derrotados. En ese sentido el kirchnerismo pone más en tensión la relación de la sociedad con los derechos humanos, porque levanta el manto de "inocencia" y se aleja del punto medio, de la "mayoría silenciosa". El "show del horror" de la primavera radical (como Fogwill llamaba al amarillismo sobre la represión ilegal, sobre la psicología de los torturadores, etc.) permitía una asimilación de buenos y malos, lobos y corderos, sádicos y víctimas, donde alguien (no importa quién, no importa por qué) llegaba a un centro de detención, y ahí se abría el capítulo de un nuevo Matadero: la sociedad podía decir que no aceptaba la metodología del terror de Estado independientemente de sobre quién se aplicaba. Juzgar la historia por sus medios fue la opción de recuperación democrática, lo que logró consensos mayoritarios que implicaban la solidaridad de quienes a la hora de juzgar los "fines" se hubieran extrañado. Pero la justicia y la Historia se relacionan así: hasta un punto. Para los años 80 la lectura era la de una identificación con las víctimas de la represión ilegal. El consenso de los años 80 decía que el círculo abierto por el Proceso del "por algo será", tenía su reformulación cívica en un "no importa ese 'algo', se merecían el estado de derecho aunque fueran terroristas". Pero el kirchnerismo hace explícito y oficial ese "algo". El kirchnerismo te cuenta el "algo" del "por algo será" o del "algo habrán hecho". Es un discurso sobre los años 70 que no refina el sentido común, ni el extrañamiento frente al horror, y que no imagina una sociedad inocente. Por otro lado, la crisis de 2001 hizo inevitable una lectura económica de la historia: fracasó lo que empezó en 1976. Eso se fue abriendo en la conceptualización definitiva de un ciclo adverso de la vida económica y social del país: el "neoliberalismo" de 1976 a 2001. ...¿Quién quiere a la clase media?También sabemos que de esa misma clase surgen los sujetos radicalizados. Los universitarios del entrismo. Muchos que hacen Historia. Y también sabemos que ese mismo origen de clase es el que los desacredita: el que los volvió "menos peronistas" o "izquierdistas de café" a ojos siempre de una interpelación esencialista o auténtica. La clase media está en el intríngulis de todos los imaginarios: debe dejar al peronismo en paz porque es de los obreros, a la izquierda clasista en paz porque no pertenece a la clase, al populismo en paz porque ya tiene lo que desea, no debe golpear las puertas de los cuarteles porque es minoría, y así, en el trasfondo, en muchos imaginarios es una clase mutilada. Por izquierda nadie quiere ser de clase media. Aparece al lado del camino, representada como los sujetos de un No Lugar que piden que no haya Historia, es decir, que no haya revoluciones o lucha de clases, y que si se meten en las revoluciones o luchas de clases son extraterrestres. Lo cierto es que es en esa clase donde aparece sellado un pacto social, el de los que dicen que quieren "normalidad". Una vida entregada a las metas individuales, con un Estado lo más justo y a la vez lo menos molesto posible. Ahora, ¿existió esa normalidad alguna vez? En la Argentina todos desean un pasado de armonía que siempre "está más atrás", que no se sabe cuándo ocurrió, bíblico. ¿Fue durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear? ¿El primer gobierno de Juan Perón? ¿Un mes de Frondizi? ¿Una semana de Illia? ¿El primer mes de Onganía? Ahora, en el presente, el punto ciego de este discurso anti clase media es la dictadura. La clase media trabajadora, cuentapropista, profesional y despolitizada, tiene en esos años ?se supone- su fábula del orden....En las mil ecualizaciones que registra este libro-antena de Sebastián Carassai, surge en el centro, quizás, su pregunta: ¿qué construyó el orden del Proceso? ¿No es justamente "esto", en nombre de "esto", que se construyó ese gobierno militar? No es el orden para la "gente normal". No es volver a distanciar la política, el Estado, sus excesos benefactores, de la gente. Y, a la vez, ¿no fue durante el Proceso el momento histórico en donde el Estado ?bajo una de sus formas, la más primaria, la del punto de partida weberiano (Estado reducido al monopolio de la violencia) ? se hizo más presente que nunca? ¿Volvió a haber tanto Estado como en la dictadura militar alguna vez? Estado cuerpo a cuerpo.Pero el espectáculo de esa dictadura fue el orden, el silencio, y no la violencia. La tecnología de la dictadura fue la invisibilidad de la violencia. Independientemente de los controles, de la presencia policial, de las razias, de la censura, del ojo en todos lados. Porque esa fue su rutina política: un teatro de represión explícita del que no dependía exactamente el éxito de su "guerra sucia contra la sociedad". El éxito dependía de la capacidad de ser invisible y clandestino, a la vez que sostener su desfile prusiano donde se cantaban las victorias que no se veían, los campos de batalla intangibles. Teatro del Estado + mano invisible de la represión. La tortura era el arma, y la tortura no se muestra nunca. La dictadura aparece como un pacto (de silencio) social: un "algo habrá hecho" el Estado. Complicidad, sobrevivencia, prudencia, miedo, aparecen en los relatos como sentimientos o percepciones confundidas pero que se distancian lo más que pueden de la política, de los hechos, bajo los paraguas que siempre se repiten ("por algo será"), y es lo que Carassai llama el "Estado supuesto saber", lo que supone para el civil que el Estado sabe por qué hace lo que hace, y que saber que el Estado sabe por qué lo hace (aunque no se sepa, ni se quiera saber, ni se quiera decir, qué es lo que hace) alcanza. Carassai dice bien esto, lo llama: "una superstición civil". Vivo mi vida sabiendo que hay un Estado que sabe por qué hace las cosas que hace. Y donde los límites de la sociabilidad, retirada la política de la escena, vuelven a ser claros. Todo Estado, así, parece tener en el centro un corazón militar donde anidan razones inaccesibles. La masa rodea a los legales que portan las armas. Carassai se asoma al misterio: el Estado es una superstición. Viene del fondo de los tiempos, con ruido de corceles y de aceros. No sabemos, pero sabemos que el Estado sabe. Porque la pregunta también es: ¿cuánto SABE una sociedad? ¿Cuánto soporta saber? ¿Dónde está el basural adonde manda lo que no puede asumir que sabe, lo que sabe pero también sabe "no puede hacer nada"? ¿Qué hago con esto que sé? La dictadura se muestra mucho más en lo que une aquellos años a la sociedad y al Estado que en lo que la sociedad o el pueblo "resisten". No es que no haya habido resistencias, Madres de Plaza de Mayo, APDH o la CGT de Ubaldini, pero en esos años se tramó algo que las historias épicas no nos explican: el pacto de silencio del pacto social. Lo que se sabía, lo que se aceptaba, lo que se callaba, lo que no se sabía tanto, y así, versiones que rodean una pregunta mayor: ¿qué se podía hacer si además eso que ocurría me convenía, me beneficiaba, me devolvía certezas mínimas para la vida? La dictadura vuelve a fojas cero una imagen de la civilización moderna: la gente está sola frente al Estado (que mata). Los mil runrunes que oímos de la "gente normal" son las mil formas de adaptación, de supervivencia, de complicidad con un Estado que se reconstruye desde su principio: desde la violencia. Desde toda la violencia que sea posible. Desde todas las formas de violencia que ni siquiera reconocen los límites legales que el mismo Estado fija. Pero oímos estas voces, estas versiones vidriosas de los años mitológicos, las oímos aún en el viento, las oímos en algo más que el perímetro de la clase media, las oímos también con igual fuerza llegar desde todas las clases, las oímos y también decimos "¡Pueblo Argentino, Salud!". Carassai busca en las voces de esos paisanos blancos un hilo posible, la entonación de una moral de fondo donde se dice todo: ¡sabíamos demasiado!, ¡no queríamos saber!, ¡no supimos!, ¡no supimos qué hacer con eso que quisimos que se haga! Un ciclo que va desde la violencia aceptada como habitus al monopolio definitivo que impuso la dictadura y que sentó las bases civiles del futuro orden democrático: sólo el Estado ( ese Estado) es la Nación en armas. Por suerte la democracia no cumplió la otra mitad: el desarme ideológico. El juego en que andamos.

jueves, 24 de abril de 2014

Lenguas Mexicanas


Claire Mouradian

Claire Mouradian, profesora de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en París

“El genocidio es un problema actual”

Hoy se cumplen 99 años del exterminio del pueblo armenio a manos de las autoridades otomanas, que comenzó en 1915 y que terminó con la vida de un millón y medio de personas. La experta explica por qué algunos países no lo reconocen.

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“El no reconocimiento del genocidio armenio está relacionado con intereses económicos.”
Existen grupos de extrema derecha en Turquía que quisieran exterminar a los armenios que quedan. Así lo aseguró Claire Mouradian, profesora de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en París y experta en el genocidio armenio. “Todavía quedan grupos que dicen abiertamente que el trabajo no fue terminado. El genocidio no es sólo un problema del pasado, es un problema actual. Hay países, como Estados Unidos, que no quieren confrontar con Turquía”, sostuvo. Como cada 24 de abril, hoy se conmemora en todo el mundo un nuevo aniversario del exterminio del pueblo armenio a manos de las autoridades otomanas, que comenzó en 1915 y que terminó con la vida de un millón y medio de personas. “El no reconocimiento del genocidio armenio está relacionado con intereses económicos y estratégicos. Turquía es miembro de la OTAN, es un actor clave en la región”, explicó Mouradian sobre el hecho de que pocos países reconozcan el plan sistemático de aniquilación física y cultural de los armenios entre 1915 y 1923.
Estados como Argentina, Chile, Rusia y Canadá reconocen el genocidio armenio. Sin embargo, otros como Alemania, Estados Unidos, España e Israel no han tenido hasta la fecha un pronunciamiento concreto. El caso más llamativo es el del Estado judío, creado tras el Holocausto. “Hay israelíes que están luchando por el reconocimiento del genocidio armenio. De hecho, los primeros en prestar atención al genocidio armenio fueron los judíos, dentro y fuera del imperio otomano. Pero el Estado de Israel no lo reconoce, porque su posición en Medio Oriente es complicada y existen intereses comunes con Turquía. Esto no significa que los israelíes, o algunos israelíes no lo reconozcan. No todo es blanco y negro. Lo mismo pasa en Turquía”, destacó Mouradian. “No condeno a las generaciones jóvenes, porque en los libros escolares está escrito lo que el Estado quiere que aprendan. Pero muchos saben lo que pasó. Quedan iglesias armenias. En épocas del imperio, había casi dos millones y medio de armenios. Estaban en las principales ciudades del imperio. Ahora hay más información, más debate”, agregó.
Mouradian, que participó este mes del Congreso Internacional sobre Genocidio Armenio organizado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, señaló que Turquía debe asumir su responsabilidad ante lo ocurrido. “Los turcos les quitaron todo a los armenios y deberían devolverles todo. Casas, bienes, iglesias, cuentas bancarias. En el tratado de Sèvres de 1920, cuando se hizo una repartición del imperio otomano y se crearon nuevos estados, se condenaron los crímenes de guerra y se elaboró una lista de reparación. Era una lista precisa. Los herederos del imperio otomano no quieren hacerse cargo de esas deudas”, aseveró, y dijo que Turquía no quiere aceptar este legado por una cuestión económica y de imagen. “Aceptarlo implica reconocer cómo fue construida Turquía. Les hicieron creer a los turcos que están allí desde siempre y que los armenios nunca existieron. Eso es negacionismo puro”, añadió.
El genocidio armenio, en plena guerra mundial, respondió a un intento por reconfigurar un imperio en decadencia, según Mouradian. “Hubieron distintos intentos de salvar al imperio otomano, que estaba el declive. El primer intento era darles iguales derechos a quienes vivían en el imperio. Hubo algunos cambios en la Constitución para reconocer los mismos derechos a musulmanes y no musulmanes. Finalmente no prosperó y el imperio seguía desintegrándose. Se decidió aplicar la islamización y a eso le siguió la creación de una nueva nación: Turquía. Había armenios, búlgaros, kurdos, albaneses y árabes. Se trataba de una creación artificial. Entonces decidieron turquizar a los no musulmanes”, contó. Los armenios eran considerados el componente más peligroso dentro del imperio porque –según la experta– eran cristianos y tenía contacto con los rusos a través de sus fronteras, principal enemigo de los turcos. Además, debido a masacres previas, se habían constituido movimientos armados y vivían en comunidades muy compactas.
“Los armenios ocupaban un buen lugar en la estructura económica del imperio, por lo que representaban un obstáculo para la turquización de la economía. Pero eran el primer eslabón. Los griegos, los caucásicos y los judíos también fueron un objetivo para los turcos. Hicieron una ingeniería territorial y demográfica”, prosiguió Mouradian. Talaat, el ministro del Interior del imperio, fue el que planificó el genocidio, el que vigiló pueblo por pueblo la actividad en la península de Anatolia y organizó el desplazamiento de los distintos grupos. “La idea era desplazarlos para que no constituyeran un grupo homogéneo y poder asimilarlos, convertirlos en turcos. Al final de la Primera Guerra Mundial, la mitad de la población de Anatolia había cambiado”, apuntó la experta francesa de origen armenio.
Una de las consecuencias del genocidio fue la gran diáspora armenia. “La mitad de la población armenia desapareció. Pero la consecuencia más notable fue la creación de una gran diáspora. Por eso hay armenios en Argentina, en Brasil, en Estados Unidos, en Francia. Es un problema para los turcos, porque adonde vayan siempre hay armenios. Un efecto bumerang”, bromeó Mouradian. Más allá de que los perpetradores del genocidio estén muertos, la investigadora consideró que el exterminio es aún un tema caro para los turcos. “Es difícil admitir que tus ancestros son asesinos, que tu casa fue usurpada, que tu pasado no fue tan glorioso”, reconoció.
Entrevista: Patricio Porta
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Bauman

"La distancia entre pobres y ricos está agrandándose a un ritmo sin precedentes"
Zygmunt Bauman
Lúcido, cordial, directo y ágil. A sus 89 años, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman entró en la abarrotada Fundación Rafael del Pinocomo si una estrella del rock intelectual hubiera desembarcado en Madrid. El público no perdió ripio de este pensador, padre de la modernidad líquida, empeñado en pensar esta época sin corsés ideológicos. Catedrático emérito de sociología en Varsovia, abandonó su país natal en 1971 a causa de una oleada antisemita. Profesor en Leeds, Tel Aviv y la London School of Economics, su alejamiento del comunismo no le ha hecho abrazar acríticamente el mercado, al contrario.

Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, su última obra, «¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?», que publica Paidós, como casi toda su obra, hace acopio de multitud de datos para demostrar que el sistema económico vigente potencia y perpetúa la desigualdad: «Está entre nosotros para quedarse», y que está pauperizando la clase media: «La distancia entre pobres y ricos está agrandándose a un ritmo sin precedentes».

—¿Es «¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?» un intento de demostrar que la mano invisible no funciona, que el mercado no es tan sabio como presume?

—Es interesante lo que plantea sobre el papel de la mano invisible, pero hay que tener en cuenta que Adam Smith lo escribió en un contexto muy diferente. Lo que ha pasado recientemente, en los últimos cuarenta años, desde los años setenta del siglo pasado, es que la mutua dependencia entre empleadores y empleados se ha roto de forma unilitateral. Hasta entonces los empleados, los trabajadores, dependían de sus jefes para poder vivir. Pero al mismo tiempo los jefes también dependían de sus empleados. Era una dependencia mutua. Y en las ciudades donde se levantaban las grandes fábricas una gran parte de la población era una especie de ejército de reserva de trabajadores. Hablando de este «ejército» de reserva, listo para volver al servicio, ocupar los puestos de trabajo uando fuera necesario, los «generales» encargados de ese ejército de reserva se preocupaban del estado, de las circunstancias en las que vivían esos desempleados. Cierto que no estaban en servicio de momento, pero podrían necesitarlos. De ahí que hubiera un servicio social, una serie de atenciones, educación, alojamiento… Sobre todo después de la Gran Depresión, con el desempleo masivo, y especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, se creó el estado de bienestar.

Lo que sin embargo me gustaría resaltar es que la introducción del estado de bienestar no fue fruto de una decisión partidista, había un consenso general en la opinión pública, entre la izquierda y la derecha, porque la mayoría estaba de acuerdo en que o bien mantenías a tu población en buen estado o bien serías derrotado en la próxima guerra o en la próxima batalla comercial con otros países. De tal manera que la mano invisible del mercado podía funcionar a favor de controlar las fuerzas en presencia. De hecho, entre los años cuarenta y setenta la desigualdad se redujo en toda Europa.

Eso cambió a raíz de las políticas económicas que se empezaron a poner en práctica en los años setenta, como la desregulación, la privatización, subcontratando obligaciones del Estado en el mercado (como proporcionar pensiones, educación, servicios sanitarios y prestaciones por el estilo). ¿Y por qué ocurrió esto? Porque los jefes, los propietarios del capital, los dueños de las empresas, vieron que ya no entraba dentro de sus necesidades e intereses ocuparse de los vecinos, de los locales, de los habitantes de su país. Se sintieron libres para ir donde quisieran buscar mano de obra, en lugares alejados de Madrid o de Barcelona, por ejemplo, donde no tuvieran que preocuparse de las pensiones o la seguridad social de los trabajadores, y donde habría huelgas para defender los salarios y los derechos consolidados de los empleados. Se dieron cuenta además de que era fácil hacer negocios, porque todos los datos los tenían en sus ordenadores portátiles, en sus teléfonos inteligentes, y se llevaron el trabajo a otra parte. De tal forma que se creo una dependencia unilateral. Los indígenas, la gente que vivía en los viejos países, todavía dependen de los dueños del capital para conseguir un trabajo, pero los jefes ya no dependen de esos trabajadores. De tal modo que la mano invisible del mercado empezó a funcionar de otra manera.

—¿Es decir, que al final mis padres tenían razón cuando me dijeron que siempre habrá pobres y ricos?

—Me temo que sí, que tenían razón, y que la desigualdad está entre nosotros para quedarse. Tenían razón. El problema es si la cuestión de la desigualdad está bajo control y si podemos aplicar medidas para mitigar estas diferencias entre el modus vivendi de ricos y pobres. Y los datos nos dicen que la distancia entre pobres y ricos está agrandándose a un ritmo sin precedentes. Las 85 personas más ricas del mundo poseen una riqueza que equivale a la que suman las 4.000 millones de personas más pobres del mundo. Es increíble: el 85 frente a 4.000 millones. El 90 por ciento de toda la riqueza producida en el mundo después de la gran crisis que se inició en 2007, con el colapso del crédito y la amenza de desaparición de bancos si no eran recapitalizados con el dinero de los que pagan impuestos, se la han apropiado el 1 por ciento de las personas más ricas de la Tierra. Y no solo los pobres, los proletarios, ni tampoco la clase alta, sino la clase media no solo ha visto cómo disminuían sus ingresos sino también sus perspectivas de mejora. El nuevo fenómeno que tenemos ante nosostros es precisamente la desaparición del futuro para esta clase media, de sus expectativas de progresar. Incluso el trabajo es un bien que se ha instalado en el terreno de la incertidumbre, seguirá desapareciendo. Puedes haber estado trabajando treinta, cuarenta años para una empresa, y de repente se produce una fusión, y enseguida corta la mano de obra sobrante. Suben las acciones de la nueva firma y tú te encuentras sin empleo en una sociedad donde los mayores de cincuenta años no tienen la menor esperanza de volver a conseguir un trabajo. Por otra parte, y aquí estamos hablando de España, tienes a un cincuenta por ciento de los jóvenes titulados que no tienen trabajo…

—Pero al mismo tiempo el Gobierno español y la Unión Europea siguen insistiendo en que es necesario reformar el mercado de trabajo y aumentar la desregulación porque dicen que es la única manera de conseguir que haya más trabajo…

—Eso es absolutamente falso. Forma parte de una leyenda, de una falseadad que ha sido introducida en la mente del público: que si los ricos se hacen más ricos eso será beneficioso para todos. Y no es así, no ha ocurrido.

—¿Es una quimera?

—Nunca ocurrió. La mayor parte de la economía hoy es puramente monetaria. El dinero trae más dinero. Todas las transacciones que se producen en la bolsa, en el mercado de valores, y que afectan a la vida de personas como usted, no tienen el menor interés en la economía, en las condiciones de vida que afectan a gente como usted, que no son capitalistas, que no juegan en la bolsa. Hay un creciente golfo de separación entre los que juegan a la bolsa, entre el mundo de las altas finanzas, y la gente que hace cosas, los empleados que sirven a la mayor parte de la población. La naturaleza del juego ha cambiado por completo, y eso no es algo que haya ocurrido de repente y de lo que nos hemos dado cuenta de la noche a la mañana. La desigualdad ha estado entre nosotros desde el comienzo de la especie humana. Pero ese no es el problema, el problema es el carácter diferente que está adoptado, y lo peor es que no hay hoy día forma de controlarla, de mantenerla a raya.

—¿Y qué ocurre entonces con los políticos? ¿Están al servicio de los trabajadores, de la población en general, o son asalariados de las grandes finanzas?

—Ellos se mueven en un doble obediencia. Desde 1648, tras la paz de Westfalia, en donde se creó un nuevo orden político en el centro de Europa, un concepto de soberanía basado en que los gobernantes de cada territorio tenían la capacidad de decir a la población bajo su mando en qué dios deberían creer, arrancó el periodo de construcción de nuevos estados, en los que la religión era sustituida por la nación. Resultó muy bien en cuanto a la independencia territorial de los estados, la habilidad de promover el autogobierno de un territorio. Pero ahora las reglas del juego han cambiado por completo. Porque vivimos en la interdependencia, no en el de la independencia. Formalmente, nominalmente, los Estados siguen siendo soberanos en lo que concierne a su territorio, pero en la realidad ya no lo son. El problema no es que los políticos sean corruptos; algunos lo son, pero no todos lo son. El problema no es que sean estúpidos; algunos de ellos lo son, pero no todos. El problema no es que sean miopes; algunos de ellos lo son, pero no todos. El problema fundamental al que todos ellos tienen que hacer frente, sean corruptos, estúpidos o miopes o no suficientemente sabios, es que están sometidos a una doble obediencia. Por una parte, son los gobernantes de un territorio concreto, y los ciudadanos de ese territorio les eligieron precisamente para que gobernaran, por lo que están obligados a escuchar a su electorado. Tienen que tener en cuenta lo que su electorado les demanda. E incluso deben prometerles que trabajarán para ellos, que satisfarán sus necesidades. Sin embargo, lo que a menudo se ven obligados a hacer es que tienen que mirar en otra dirección: cuáles serán las consecuencias de sus decisiones en el mercado global o, como esta de moda decir hoy día, la reacción de los inversores globales. En otras palabras, la libre circulación, emancipada de todo tipo de control político, del mercado financiero. Los viernes deciden cómo mejorar la situación del país y para ello adoptan una serie de medidas, pero el fin de semana no pueden conciliar el sueño, porque temen que el lunes, cuando vuelvan a abrir las bolsas, un nuevo cataclismo en los mercados puede llevar al traste con todos sus planes, con un nuevo colapso del Estado que ponga en fuga a los capitales.

—¿Quizá lo que les está pasando a muchos gobiernos es que acaban de despertarse y de darse cuenta de que tienen mucho menos poder del que pensaban, del que solían tener?

—Esa es la cuestión. Ellos tienen que maniobrar constantemente.

—¿Cómo de acertados o erróneos eran los análisis de Marx? ¿Le resultan todavía útiles para usted?

—Muchas de las predicciones de Marx se demostraron equivocadas, en parte por la influencia de sus propias predicciones. Como la idea de la profecía autocumplida. La profecía de que habrá una catástrofe, la gente se lo cree y toma medidas para prevenirla. Y eso es exactamente lo que ocurre. Marx habló de la pauperización del proletariado, y que eso llevaría al proletariado a las calles y desencadenarían Una revolución. Creo que la gente inteligente entre los dueños de los recursos escucha atentamente y toma medidas. En el siglo XIX, en Inglaterra, se adoptaron medidas para mejorar las condiciones de los obreros, sus pensiones, el derecho a afiliarse a sindicatos y a declarse en huelga para defender sus derechos. Todo ello estaba orientado a mejorar las condiciones de vida de la clase obrera. Se acabó incrustando en la mentalidad de la gente la necesidad de mejorar las condiciones de vida y de trabajo dentro del propio sistema capitalista, sin cuestionar el propio sistema. Entonces llegó la revolución bolchevique, que partía de la idea de que todos somos iguales, lo cual no es cierto, pero es lo que la gente creía, o quería creer.Y se logró que dejara de haber desempleo, eso es cierto. Se proporcionó educación para todos, lo que también era verdad. Y había sanidad gratuita para todos. Y eso también era verdad. Al otro lado del Telón de Acero, la gente veía lo que había y tomaba precauciones. En respuesta a esas realidades hay que contar el New Deal del presidente Franklin Delano Roosevelt, el estado de bienestar en buena parte de Europa…

Ahora, con el colapso del bloque soviético, no hay alternativa, el capitalismo se ha quedado solo en el campo de batalla, sin enemigos a la vista, hasta el punto de que muchos gobiernos buscan ávidamente nuevos enemigos para mantener la vigilancia y la unidad de la población. Pero lo cierto es que no hay un sistema alternativo, y desafortunadamente no hay nada que constriña, que limite algo que es endémico a un sistema que está basado en la competencia: la codicia, la codicia, que pretender sobreponerse, derrotar a los otros, y la escasa sensibilidad hacia el destino de los desafortunados, de las víctimas causadas por tu propia actividad. Es una nueva situación, que surgió tras la caída del Muro de Berlín. Por primera vez en ciento cincuenta años las predicciones de Marx podrían hacerse realidad, no solo en lo que se refiere al proletariado, sino a la clase media, que ha visto cómo se ha ido deteriorando, pauperizando, su nivel de vida, perdiendo tanto su nivel de ingersos como su percepción de la seguridad, la quiebra de su sentimiento de pertenencia, de formar parte de una comunidad, de contar con instituciones que se preocupen de ellos cuando sufran una catástrofe individual, el temor a que se reduczan o dierctamente se supriman las prestaciones de desempleo, de trabajar más años para disfrutar de pensiones más…

De repente, el suelo ha empezado a temblar bajo nuestros pies. De ahí, de esa inquietud, han surgido movimientos como el de los indignados en España, buscando de manera febril nuevas formas de participar en política, porque han perdido por completo la fe en las instituciones políticas establecidas. Lo cierto es que el sistema ha dejado de cumplir sus promesas, de cumplir con sus obligaciones.

—Entonces, ¿qué hacer?

—Mi explicación es que en el origen de todos estos problemas que estamos atravesando, en la liquidez de los cimientos de esta situación, descansa en un acontecimiento, el divorcio entre poder y política. El poder se puede definir como la habilidad de hacer cosas, y la política es la decisión sobre las cosas que se deben hacer. Hace medio siglo todo el mundo estaba de acuerdo, poder y política residían en manos del Estado soberano. Ahora, desafortunadamente -o afortunadamente, depende del punto de vista que adoptemos-, la soberanía del Estado territorial se ha convertido en una ilusión. Cierto que los Estados cuentan con algunos poderes que pueden corregir algunos aspectos de la realidad, pero las cuestiones esenciales que afectarán a las perspectivas en la vida de tus hijos y a tus nietos quedan más allá de los poderes del Estado soberano, del Estado territorial, están sometidas a fuerzas globales. El sociólogo Manuel Castells lo denomina de manera brillante como «espacio de flujos», es decir, son movimientos que surgen aquí y allá completamente al margen de la planificación de cualquier fuerza política. Representa el divorcio entre poder y política.

Por una parte tienes poderes libres de cualquier control, por la otra tienes políticas y políticos que carecen por completo de poder. De ahí que la vieja gran pregunta acerca de qué es lo que debemos hacer, creo que la pregunta no es tanto esa. Más o menos sabemos lo que es preciso hacer, que debería ser volver a casar poder y política. La política debería recrear su control del poder, y el poder debería estar sometido al control de la política. Pero la verdadera gran pregunta, para la que yo no tengo la respuesta, es quién va a hacerlo. Ese es el problema. Porque los Estados-nación fueron creados por nuestros abuelos y bisabuelos para servir a la independencia de los Estados soberanos, pero ahora nos encontramos en una nueva situación de interdependencia. Y si bien resultaron útiles durante décadas como Estados independientes, lo cierto es que han dejado de ser útiles en la era de sociedad global, a la hora de controlar la interdependencia global de las sociedades. Es la gran cuestión del momento. Ante esto hay todo tipo de propuestas. Ninguna de ellas resulta del todo convicente. Unas muestran su entusiasmo por las nuevas clases educadas con la llegada de la informática y de internet, en el que todos se pueden comunicar con todos, pero el problema es que no es así, que todos se intercomuniquen.

Internet provoca más divisiones que unificaciones

Internet provoca más divisiones que unificaciones. Si recorres las calles de Madrid no puedes evitar el hecho de que estás viviendo en una sociedad global, porque te cruzas con gente variada y diferente, ves la multiculturalidad, te cruzas con muchos extranjeros, con personas que piensan de manera distinta a la tuya. Eso ocurre cuando estás en la calle, desconectado. Pero cuando estás «online» puedes desconectar, apagar a los otros, a los extraños, comunicar solo con quienes te interesan, de tal manera que acabas habitando una cámara del eco, donde todo lo que escuchas no son más que ecos de tu propia voz. O un salón de los espejos, donde todo lo que ves no son más que reflejos de tu propio rostro. No está predesignado que internet debería actuar en la dirección de que la gente se adapte al multiculturalismo, sino que estaría actuando exactamente en la dirección contraria.

Otras opciones sobre la mesa son movimientos como el de los indignados, que pretendían resistir en las calles hasta que sus exigencias fueran atendidas, tratando de restaurar la democracia directa, que Aristóteles definió con hermosas palabras. Pero hasta el momento no hay evidencias de que resultaran eficaces. Sucedió también la Primavera Árabe, pero estamos todavía esperando, y lo que de momento tenemos en gran medida es un nuevo invierno árabe. Wall Street fue ocupado, pero en realidad no tomaron nota de ello, y siguió actuando como antes. Es decir, no tenemos la menor prueba de que sean eficaces. Sí me gustaría traer a colación una idea lanzada porBenjamin Barber, un estudioso de la ciencia política, que plantea qué ocurriría si los alcaldes gobernaran el mundo…

—¿Como el nuevo alcalde de Nueva York?

—También tienen un alcalde en Madrid, seguro.

—Claro.

El futuro está en las ciudades, en los alcaldes

—¿Qué es lo que plantea? La cúpula del sistema político, que son los gobernantes del país, no están a la altura, no tienen las capacidades para responder a las exigencias de un mundo interdependiente, y para resistirse a las fuerzas de la globalización, que afectan al destino de sus ciudadanos. Sin embargo, a una escala mucho más baja, al nivel más bajo, pequeños políticos, políticos individuales, no les exigimos que ofrezcan soluciones individuales a grandes problemas sociales. Somos expertos a la hora de movilizar nuestro propia energía, nuestro propio talento, nuestra propia ingenuidad, nuestros propios recursos… para tratar de resolver para nosotros y para nuestras familias los problemas creados muy lejos de nosotros. Este nivel bajo es demasiado impotente para hacer frente a todo esto, de ahí que la única solución, la única salvación, dice Barber, esté en las grandes ciudades. En los países en desarrollo el setenta por ciento de la población ya vive en grandes ciudades, y en torno al cincuenta por ciento de la población mundial vive en grandes ciudades. Es un poder creciente. Las ciudades tiene el tamaño correcto y la densidad de población adecuada para combinar la comunidad en la que se puedan tomar decisiones cara a cara, para que la gente se reúna, y para que asuma sus obligaciones morales que plantea vivir con otros, para adoptar decisiones en las que se tengan en cuenta las razones del otro.La sociedad es abstracta, moralmente insensible, pero estas divisiones se puden corregir a escala de las comunidades urbanas.

—Saskia Sassen ha escrito acerca de ello.

—Sí, hay mucha gente trabajando y pensando en el papel de las ciudades como un agregado humano con el tamaño adecuado y el número adecuado de gente para hacer frente de forma eficaz a los problemas que se han creado. Hay muchas propuestas sobre la mesa, y no todas son igual de convicentes. Pero el presente nos muestra que la gente está verdaderamente preocupada tratando de encontrar soluciones a estas cuestiones básicas y esenciales, que estoy seguro serán el arte, la tarea del siglo XXI: Cómo volver a unir poder y política. La habilidad para hacer cosas y para decidir cómo deben hacerse.

—Para acabar, una pregunta muy breve, ¿quién es Zygmunt Bauman?

—¿Quién soy yo? Una persona muy mayor, que ha vivido en diferentes periodos de la historia. Cuando echo la vista atrás me doy cuenta de que he experimentado grandes momentos de esperanza, de ideas, de promesas. Y eso es lo que soy, lo que he tratado de hacer: darle sentido a todo lo que he vivido.

Fuente: ABC

lunes, 21 de abril de 2014

Actualización de Reseñas Bibliográficas al 21/04


1er. cuatrimestre
2do. cuatrimestre
                Nombre
Reseña #1
Reseña #2
Reseña #1
Reseña #2
Ayelén
APROBADA
Muy completo!



Karina
APROBADA
- El antropólogo desarrolla su actividad en una situación de estado de cosas de la propia actividad y el objeto en estado histórico definido.
- La amenaza del acontecimiento provoca en la comunidad el desarrollo de rituales que tienen por objetivo la preservación del orden. Toda amenaza de fuerzas naturales que la comunidad no puede controlar genera una situación de vulnerabilidad hacia la estructura social



María de los Ángeles
Aprobado
Muy completo!



María Laura
Aprobado
Muy Completo!



Melisa
Aprobado
Muy completo!



Myriam
Aprobada
Muy completo!



Sebastián
APROBADA
- El antropólogo desarrolla su actividad en un situación de estado de cosas de la propia actividad y el objeto en estado histórico definido.
- Los rituales que desarrollan las culturas frente a la amenaza de acontecimiento siempre deben ser interpretados por los antropólogos como reflejo del orden social. Muchos antropólogos le asignaban erróneamente cualidades especiales a aquellos que participaban de los rituales por ejemplo posesiones.
La regla de olvido indica que la posesión no pertenece al ámbito personal sino comunitario



martes, 15 de abril de 2014

reseñas #1 correspondientes al 1er. cuatrimestre


1er. cuatrimestre
2do. cuatrimestre
                Nombre
Reseña #1
Reseña #2
Reseña #1
Reseña #2
Karina
APROBADA
- El antropólogo desarrolla su actividad en una situación de estado de cosas de la propia actividad y el objeto en estado histórico definido.
- La amenaza del acontecimiento provoca en la comunidad el desarrollo de rituales que tienen por objetivo la preservación del orden. Toda amenaza de fuerzas naturales que la comunidad no puede controlar genera una situación de vulnerabilidad hacia la estructura social



María de los Ángeles
Aprobado
Muy completo!



María Laura
Aprobado
Muy Completo!



Melisa
Aprobado
Muy completo!



Myriam
Aprobada
Muy completo!



Sebastián
APROBADA
- El antropólogo desarrolla su actividad en un situación de estado de cosas de la propia actividad y el objeto en estado histórico definido.
- Los rituales que desarrollan las culturas frente a la amenaza de acontecimiento siempre deben ser interpretados por los antropólogos como reflejo del orden social. Muchos antropólogos le asignaban erróneamente cualidades especiales a aquellos que participaban de los rituales por ejemplo posesiones.
La regla de olvido indica que la posesión no pertenece al ámbito personal sino comunitario



Conicet Digital

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Revista Etnográfica

Etnográfica es una revista cuatrimestral de antropología social y cultural publicada en Portugal. Edita artículos en portugués, inglés, español y francés que abordan contextos etnográficos diversos. La revista privilegia la investigacíon empirica de calidad, la diversidad de puntos de vista analíticos y la innovación teórica. Los artículos seleccionados por la comisión editorial se someten anónimamente a la evaluación de dos revisores.Etnográfica esta indexada en importantes bases de dados y colecciones como Anthropological Index Online, EBSCO, Revues.org, SciELO, Scopus, Web of Science – SciELO Citation Index.

último número en línea
vol. 18 (2) | 2014

Hemeroteca Digital Brasileña

Hemeroteca Digital Brasileña

Río de Janeiro. La Fundação Biblioteca Nacional pone a disposición de sus usuarios la Hemeroteca Digital Brasileña, un portal de periódicos nacionales (diarios, revistas y publicaciones seriadas) para ser consultado por internet. En ella, investigadores de cualquier parte del mundo pueden tener acceso libre y gratuito a títulos que incluyen desde los primeros diarios creados en el país –como el Correio Braziliense y la Gazeta do Rio de Janeiro, ambos fundados en 1808- a diarios desaparecidos en el siglo XX, como el Diário Carioca y el Correio da Manhã, o que ya no circulan en forma impresa, como el Jornal do Brasil.

Entre las publicaciones más antiguas y raras del siglo XIX se encuentran, por ejemplo, O Espelho, Reverbero Constitucional Fluminense, O Jornal das Senhoras, O Homem de Cor, Semana Illustrada, A Vida Fluminense, O Mosquito, A República, Gazeta de Notícias, Revista Illustrada, O Besouro, O Abolicionista, Correio de S. Paulo,Correio do Povo, O Paiz, Diário de Notícias así como también los primeros diarios de las provincias del Imperio.

En cuanto al siglo XX, se pueden consultar revistas tan importantes como Careta, O Malho, O Gato, así como diarios que marcaron la historia de la imprenta en Brasil, tales como A Noite, Correio Paulistano, A Manha, A Manhã y Última Hora.

Las revistas de instituciones científicas componen un segmento especial del acervo disponible. Algunas de ellas son: Annaes da Escola de Minas de Ouro Preto, O Progresso Médico, la Revista Médica Brasileira, los Annaes de Medicina Brasiliense, el Boletim da Sociedade de Geografia do Rio de Janeiro, la Revista do Instituto Polytechnico Brasileiro, la Rodriguesia: revista do Jardim Botânico do Rio de Janeiro, el Jornal do Agricultor, entre tantos otros.

La consulta, posible a partir de cualquier dispositivo conectado a internet, puede realizarse por título, período, edición, lugar de publicación y hasta por palabra/s. También se pueden imprimir las páginas deseadas.

Además del apoyo del Ministerio de Cultura, la Hemeroteca Digital Brasilera es reconocida por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y cuenta con el apoyo financiero de la Financiadora de Estudos e Projetos (FINEP), que hizo posible la compra de los equipos necesarios y la contratación del personal para su creación y mantenimiento. Hasta el momento ya son más de 5.000.000 de páginas digitalizadas de periódicos raros o extinguidos a disposición de los investigadores, número que se irá acrecentando con la continuidad de la reproducción digital.
[Fuente: FBN]

Biblioteca Digital Trapalanda


TRAPALANDA

Trapalanda era el nombre de una tierra mítica y ensoñada. La buscaron para conquistarla y les fue esquiva. Se convirtió en imagen en el ensayo y nombre de alguna revista.
Para la Biblioteca Nacional es el nombre de una utopía: la puesta en acceso digital de todos sus fondos. Aquí se encontrará el lector con distintas colecciones, en las cuales los libros y documentos que la institución atesora se encuentran en forma digital.

  • Archivo audiovisual
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COLECCIÓN SUGERIDA

Manuscritos de Leopoldo Lugones

Poeta, cuentista y ensayista, figura fundamental de la cultura argentina. La colección de manuscritos adquirida por la Biblioteca constituye el archivo público más importante dedicado a su obra. Posee correspondencia, capítulos manuscritos de El payador y de El dogma de obediencia, entre otros.

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BIBLIOTECAS DIGITALES ESPECIALES

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La Biblioteca Nacional tiene acuerdos de integración de bibliotecas digitales con la Iberoamericana –que incluye varias bibliotecas nacionales de América Latina y España–, y constituye, junto con la Biblioteca Nacional de Brasil, la Biblioteca Virtual Pedro de Ángelis. Al mimo tiempo desarrolla colecciones y acervos de información específicos como el Martín Fierro interactivo y el Acervo digital anotado.

Bibliotecas de Montevideo en línea

La Intendencia de Montevideo lanzó el catálogo en línea de sus bibliotecas

Montevideo. La Intendencia de esta ciudad tiene una red de 19 bibliotecas públicas, quince de ellas en funcionamiento y las otras cuatro en procesos de reapertura y reacondicionamiento. Los servicios que ofrecen son gratuitos y la colección total comprende alrededor de 65.000 ejemplares de 8.000 títulos.

Por esto, la Intendencia creó este catálogo en línea que habilita búsquedas personalizadas por tema, título de publicación, autor o biblioteca. Según dijo un vocero: “El sistema detalla la información del material bibliográfico, la cantidad de copias existentes y la disponibilidad según cada biblioteca”.

El material disponible en las bibliotecas puede leerse en las salas o llevarse al hogar en préstamo. Además de libros, las bibliotecas cuentan con un importante acervo de “revistas, juegos y soportes audiovisuales, como vídeos, DVD y CD-ROM”, señalan desde la Intendencia.

Las bibliotecas, a su vez, ofrecen un espacio particularmente pensado para los niños, con sitios específicos dedicados a promover la lectura entre los más pequeños, además de actividades recreativas y lúdicas. Funcionan asimismo como centro de actividades educativas y de formación, recreativas y sociales de la comunidad donde se encuentran.
[Fuente: La red 21]

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WSA 2008-2009